Situado en el borde de Middle Island, frente a la soleada costa de Australia Occidental, se encuentra un fenómeno natural que ha desconcertado a los expertos y cautivado la imaginación durante más de dos milenios. Una masa de agua de un rosa tan brillante que parece haber sido creada por la mano de una deidad caprichosa: el lago Hillier. Visto por primera vez en 1802 por el aventurero navegante e hidrografista británico Matthew Flinders, esta maravilla de color rosa todavía desconcierta a los científicos y cautiva a los turistas con su implacable y etéreo resplandor rosado.
Poco sabía Flinders, mientras su barco anclaba cerca de Middle Island en su viaje a Sydney, que su descubrimiento desencadenaría una búsqueda que duraría siglos para resolver los enigmas de esta masa de agua ruborizada. La existencia del lago, anotada en sus minuciosas notas, marcó el comienzo de un capítulo intrigante en los anales de las bellezas naturales, que seguiría desarrollándose años después.
En el siglo XIX, Middle Island se convirtió en un próspero puesto de avanzada para cazadores de focas y ballenas; sus manos desgastadas y sus ropas manchadas de sal contrastaban con el delicado color del lago adyacente. A principios del nuevo siglo, algunas almas emprendedoras fundaron una salina en la costa de la isla, tratando de aprovechar al máximo la abundancia de agua salada del lago. Pero el viaje fue fugaz y solo dejó recuerdos y rastros oxidados de la ambición humana, como muchos sueños nacidos en este terreno duro y hermoso.
La paleta de color rosa del lago Hillier sigue siendo un misterio a pesar del tiempo y de la implacable marcha de los avances científicos; su naturaleza real escapa incluso a los estudios modernos más avanzados. En 1950, unos investigadores decididos se propusieron descubrir los secretos que se escondían tras el inusual tono del lago. Equipados con las herramientas más modernas e impulsados por la curiosidad, recogieron muestras del agua rosada, con la plena expectativa de detectar rastros reveladores de algas, los sospechosos típicos en los casos de aguas de colores inusuales. Su sorpresa ante la falta de tales pruebas en las muestras profundizó el misterio y dio inicio a una ferviente discusión que todavía continúa hoy.
Aunque todavía se desconoce la razón exacta del color rosa del lago Hillier, las principales hipótesis sugieren una delicada interacción entre la alta concentración de sal y la presencia de microorganismos que disfrutan de la sal. Se cree que el lago es el hogar de la resistente alga Dunaliella salina y la bacteria rosada Halobacteria, cuyo nombre es muy apropiado. Estas pequeñas maravillas, que sobreviven en entornos hostiles para la mayoría de las formas de vida, podrían ser el secreto para explicar el tono rosa que sigue teniendo el lago.
El lago Hillier es único entre los lagos rosados del mundo debido a su incansable dedicación a su orientación rosada. El lago Hillier desafía los caprichos de la naturaleza y las expectativas de los científicos al mantener su intenso tono rosa durante todo el año, mientras que muchos de sus primos coloridos cambian de tono con la temperatura o las fluctuaciones estacionales. Como si la esencia misma del lago se negara a separarse de su cautivador tono, sus aguas conservan su color único incluso cuando se las saca de su entorno natural y se las vierte en un recipiente, lo que demuestra su tenacidad cromática.
El entorno del lago contribuye a resaltar aún más su belleza. Alrededor de la orilla del agua se encuentra un frondoso bosque de eucaliptos y árboles de té, cuyas hojas de color verde plateado susurran con la cálida brisa australiana. La propia naturaleza separa las aguas rosadas del azul profundo del Océano Austral más allá de una pequeña franja de inmaculadas dunas de arena. Con unos 600 metros de largo, el lago Hillier ofrece un asombroso contraste de colores que parece casi demasiado perfecto para ser real.
El lago Hillier es un lugar indudablemente atractivo para flotar en sus aguas ricas en sal, pero el compromiso de la isla con el estudio científico hace que estos placeres sean poco comunes. El lago y sus alrededores, que actúan como un laboratorio viviente, brindan a los investigadores información valiosa sobre las especies extremófilas y el delicado equilibrio de los hábitats acuáticos especiales.
De pie en las orillas del lago Hillier y contemplando su sorprendente extensión rosada, recordamos las muchas bellezas que aún se pueden encontrar en nuestro planeta, desafiando toda explicación e inspirando asombro. Esta joya dorada de Australia Occidental nos invita a maravillarnos con sus secretos y a seguir nuestro camino del conocimiento, ya que es evidencia de la complejidad y belleza de nuestro entorno natural. En última instancia, tal vez el propio carácter elusivo de los secretos del lago Hillier lo hace tan atractivo: un recordatorio teñido de rosa de que algunas de las obras más hermosas de la naturaleza aún tienen la capacidad de asombrar e inspirar ansias de más.