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Situado cerca de la pequeña ciudad de Osawano, en el centro de Japón, se encuentra un pueblo como ningún otro. Fureai Sekibutsu no Sato, cuyo nombre significa “el pueblo donde se pueden ver estatuas budistas”, es un parque inusual que cambia para siempre a quienes caminan entre sus misteriosos límites.
Los orígenes del parque se remontan a 1989, cuando Mutsuo Furukawa, un empresario japonés aficionado a lo macabro, contrató a un escultor chino para que produjera miles de figuras de piedra por la asombrosa suma de seis mil millones de yenes (el equivalente a 44 millones de euros de la época). Furukawa imaginó un refugio atemporal donde estas misteriosas personas pudieran mirar fijamente hacia la eternidad. También imaginó un concurrido centro turístico convenientemente conectado a Osawano mediante una línea especial de autobús.
Hoy en día, el parque es un extraño tapiz de más de 800 esculturas grises inmóviles, cada una con una expresión única. Si bien se dice que algunas figuras están inspiradas en personas que Furukawa conoció a lo largo de su vida, otras se parecen sorprendentemente a dioses budistas. La forma en que están colocadas las esculturas sugiere una congregación de otro mundo, con los ojos aparentemente fijos en el flujo incesante de visitantes que vienen a ver esta inusual exhibición.
Pero el tiempo no ha cooperado con el ambicioso proyecto de Furukawa. La expansión incesante de la vegetación en algunas zonas del parque ha ocultado parcialmente algunas de las figuras, dejando ver únicamente sus cabezas. Este resultado no deseado confiere al parque una atmósfera fantasmal, como si la propia naturaleza estuviera recuperando la zona y rodeando progresivamente las esculturas en su exuberante abrazo.
El fotógrafo Ken Ohki visitó recientemente el parque para capturar su inquietante belleza para su blog. Dijo que la experiencia fue fascinante y perturbadora al mismo tiempo. “El pueblo fue construido como un lugar turístico popular, donde la gente puede venir a relajarse, pero una vez más me sentí un poco ofendido por la vista”, dijo Ohki.
También relató una sensación de incomodidad que experimentó al considerar la posibilidad de que las figuras despertaran al amparo de la oscuridad. Abandonó apresuradamente el parque después de tomar algunas fotografías decentes, sin atreverse a darse la vuelta, ya que la sensación era muy fuerte.
Fureai Sekibutsu no Sato atrae a visitantes interesados de todas partes a pesar de su atmósfera inquietante. Su original combinación de arte, historia y naturaleza salvaje ofrece una experiencia provocativa que perdura mucho después de abandonar sus espectrales terrenos.
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