Desde las actividades cotidianas de la gente común hasta los acontecimientos espectaculares que marcaron la existencia de Pompeya, las ruinas ofrecen una ventana fascinante a la vida de su gente. Podemos seguir sus pasos mientras los pompeyanos se dedicaban a sus quehaceres diarios (visitar tiendas, asistir a eventos religiosos y relacionarse con amigos y familiares).
La vida romana giraba en torno a los baños termales, que también funcionaban como centros sociales y lugares de ocio. Pompeya contaba con varios complejos termales, cada uno con un conjunto de cámaras destinadas a varias fases del proceso de baño. Para disfrutar de las ventajas terapéuticas de las distintas temperaturas, los clientes pasaban primero del tepidarium (sala templada) al caldarium (sala caliente) y luego al frigidarium (sala fría). Los baños eran centros de actividad social donde la gente se reunía para cotillear, debatir sobre política y crear vínculos, en lugar de ser meros lugares de higiene.
Con mercados y tiendas a lo largo de sus calles, Pompeya era un hervidero de comercio y negocios. El gran mercado, el Macellum, era un hervidero de actividad donde los comerciantes exhibían sus productos y los clientes regateaban los precios. Desde comida y bebida hasta ropa y artículos para el hogar, las tiendas de Pompeya presentaban una amplia gama de productos. Los restos de panaderías, donde se producía pan en grandes hornos, y tabernas, donde los clientes se reunían para beber vino y socializar, aún muestran que la actividad comercial de Pompeya era evidencia tanto de la energía emprendedora de sus ciudadanos como de su vitalidad económica.
La sociedad pompeyana giraba principalmente en torno a la vida familiar. La unidad social fundamental era el hogar, que comprendía a los padres, los hijos y, a veces, a los miembros de la familia extendida. Aunque el hombre era el cabeza de familia, el paterfamilias, tenía el control total sobre su familia, las mujeres participaban bastante en la gestión de la casa y la crianza de los hijos. Aunque las consideraciones sociales y económicas a veces impulsaban los matrimonios, el amor y el afecto no faltaban en las relaciones pompeyanas. Los restos conmovedores de parejas abrazadas, preservados entre las cenizas volcánicas, dan testimonio del poder constante del amor incluso ante la catástrofe.
Para los pompeyanos, la religión era fundamental en su vida diaria. Desde Júpiter, el rey de los dioses, hasta Venus, la diosa del amor, la ciudad contaba con numerosos templos en honor a una amplia gama de dioses y diosas. La vida diaria incluía rituales religiosos, con ofrendas a los dioses y celebraciones en su honor. Los pompeyanos también creían en lares y penates, espíritus domésticos que se pensaba que protegían la casa y la familia. Los restos de Pompeya ofrecen una interesante ventana a las creencias y prácticas religiosas de los antiguos romanos, lo que aclara su interacción con lo divino y su perspectiva del entorno.