Bath

Bath presenta, a primera vista, un retrato de unidad armoniosa: una ciudad de 94.092 habitantes (censo de 2021), que se extiende sobre unas 11 millas cuadradas (28 kilómetros cuadrados) en el frondoso valle de Avon, a 97 millas al oeste de Londres y a 11 millas al sureste de Bristol. Este compacto conjunto de colinas de piedra caliza y un serpenteante curso fluvial, desde sus inicios como Aquae Sulis en la época romana, ha ocupado una huella notablemente consistente, tanto geográfica como culturalmente. Desde sus manantiales geotermales hasta sus fachadas color miel, la identidad de Bath se mantiene anclada en la interacción entre la dotación natural, la historia multifacética y un compromiso permanente con el refinamiento arquitectónico.

En el preludio a la formalización urbana, las colinas de Mendip cedieron su lluvia a fisuras en acuíferos de piedra caliza, donde el calor subterráneo, generado unos 9.000 a 14.000 pies por debajo, elevó las aguas de filtración a entre 64 °C y 96 °C antes de que subieran al cielo a aproximadamente 1.170.000 litros por día. Hacia el año 60 d. C., los ingenieros romanos canalizaron este torrente hacia baños y un templo dedicado a Sulis, superponiendo un ritual religioso sobre el fenómeno termal que había atraído la observación durante mucho tiempo. La denominación Aquae Sulis perduraría en inscripciones en piedra incluso cuando sucesivas olas de asentamiento erigieron una sucesión de estratos: la fundación anglosajona de la Abadía de Bath en el siglo VII; las reconstrucciones normandas de los siglos XII y XVI; los balnearios georgianos que propagaron afirmaciones de aguas curativas; y las intervenciones modernas que, en la década de 1970, controlaron las inundaciones perennes del Avon con sofisticados diques y vertederos.

Esos restos romanos —bases de pilares y cimientos hundidos unos seis metros por debajo del nivel actual de la calle— siguen evocando la antigüedad, a pesar de que la ciudad ha evolucionado en una serie de campañas estéticas discretas pero entrelazadas. La bóveda de abanico perpendicular de la Abadía de Bath, ejecutada por los hermanos Vertue, y las posteriores ampliaciones del siglo XIX, hablan de una continuidad eclesiástica que conecta la piedad normanda con el revivalismo victoriano. Por otra parte, los albañiles Reeves de Bath, activos desde la década de 1770 hasta la de 1860, esculpieron la esencia misma del centro de la ciudad con la dorada piedra de Bath, que le otorga a la ciudad su característico brillo bajo el sol del suroeste.

A principios del siglo XVIII, Bath se había convertido en el epicentro de la sociedad inglesa de moda, con su cuadrícula de paseos y medialunas diseñadas bajo la égida de John Wood el Viejo. Su visión se manifestó en el Circo, un enclave circular con órdenes dórico, jónico y corintio que ascendían a cada nivel en un deliberado homenaje al Coliseo; y en su contraparte, la Medialuna Real, concebida por John Wood el Joven entre 1767 y 1774. La fachada jónica uniforme de esta última oculta un mosaico de casas individuales tras ella, con fachadas de estilo Reina Ana y traseras de María Ana que revelan una arquitectura de servicios que daba cabida a quienes mantenían hogares que se ajustaban plenamente a las convenciones georgianas de clase y decoro.

Fue en estos espacios clásicos a escala —Pump Room, Assembly Rooms, Lower Assembly Rooms— diseñados por Thomas Baldwin, donde la vida social de Bath cristalizó en torno a las visitas ritualizadas a los balnearios. Beau Nash presidió este retablo de partidas de cartas, asambleas de máscaras y elegantes paseos desde 1705 hasta su muerte en 1761, convirtiendo a Bath en sinónimo de un placer ordenado. Pump Room, sustentada por el mandato de Baldwin como Topógrafo y Arquitecto de la Ciudad, significó el apogeo del orgullo cívico: sus pórticos y salones diseñados no solo para albergar una fila para el agua de manantial, sino para presentar la ciudad misma como una obra maestra arquitectónica.

A medida que el siglo declinaba y las guerras napoleónicas se apaciguaban, Bath absorbió nuevas influencias: la estancia de Jane Austen a principios del siglo XIX aportó la perspicacia novelística a sus matices de rango y reputación; el puente de Pulteney —la versión neoclásica de Robert Adams del diseño de Rialto, ya no utilizado, de Palladio— se convirtió en una vía pública con doble propósito y una galería comercial; y Great Pulteney Street, un bulevar de terrazas de unos 300 metros de longitud, señaló una ampliación de las ambiciones urbanas de la ciudad. Sin embargo, estos embellecimientos nunca desplazaron el núcleo romano; más bien, se concentraron en torno a él, arremolinándose como remolinos arquitectónicos en una corriente urbana vibrante.

La ciudad fluctuó con las mareas de la modernidad. El bombardeo de Bath causó daños durante la Segunda Guerra Mundial, tras lo cual la reconstrucción consolidó las fragmentadas perspectivas georgianas y el pragmatismo de la posguerra. En la década de 1960 y principios de la de 1970, una oleada de reurbanizaciones poco favorables —aparcamientos, recintos de hormigón y una nueva estación de autobuses— provocó la indignación pública, cristalizada en El saqueo de Bath, de Adam Fergusson. Esta campaña presagió una renovada conciencia del valor patrimonial que alcanzó su cúspide institucional con la inscripción de Bath como Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1987 y, más recientemente, con la inclusión de Bath entre los Grandes Balnearios de Europa en 2021.

Geográficamente, el entorno de Bath es fundamental para su carácter. Rodeada de colinas de piedra caliza que se elevan hasta los 237 metros en la meseta de Lansdown, ocupa una interfaz entre meseta y valle, flanqueada por el Área de Excepcional Belleza Natural de los Cotswolds al norte y las colinas de Mendip, siete millas al sur. El río Avon, una larga serie de arroyos entrelazados, fue canalizado y encauzado mediante obras de inundación del siglo XX. Su llanura aluvial, a 18 metros sobre el nivel del mar, cede ante la elevación del centro de la ciudad, de aproximadamente 25 metros, una elevación modesta que dictó las prácticas georgianas de bóvedas de pavimento elevado, sótanos de varias plantas y columnatas para mitigar las inundaciones. Kensington Meadows, declarada reserva natural local, preserva una franja de bosque y pradera junto al Avon, testimonio de la tensión crepuscular de Bath entre el cercado urbano y la apertura ribereña.

El clima templado, atenuado aún más por la influencia moderadora del Atlántico, otorga a Bath temperaturas medias anuales cercanas a los 10 °C, máximas estivales en torno a los 21 °C y mínimas invernales que rara vez bajan de 1 °C o 2 °C. Las precipitaciones, de aproximadamente 830 mm anuales, junto con entre 8 y 15 días de nevadas y los vientos predominantes del suroeste, confieren a la ciudad una mezcla de verde y suave vegetación con ocasionales tormentas. Bajo la influencia de las altas temperaturas de las Azores en verano, predomina el buen tiempo, aunque interrumpido por chubascos convectivos provocados por las cálidas llanuras calizas.

Delimitada espacialmente por un cinturón verde iniciado a finales de la década de 1950, el crecimiento urbano de Bath se mantiene deliberadamente frenado. Esta zona verde se superpone al borde sur de la AONB de los Cotswolds, entrelazando enclaves suburbanos —Batheaston, Bathampton, Twerton, Odd Down, Combe Down— con corredores históricos y recreativos: el Canal de Kennet y Avon, el Hipódromo de Bath, el Camino de los Cotswolds, la Vía Verde de los Dos Túneles y reliquias ferroviarias históricas reconvertidas en ciclovías. Las Piscinas Cleveland, construidas alrededor de 1815 y restauradas tras dos décadas de trabajo para su reapertura en septiembre de 2023, se alzan como la piscina pública al aire libre más antigua del país, un sutil monumento al ocio georgiano y la conservación contemporánea.

Demográficamente, el distrito de Bath y el noreste de Somerset albergaba a 193.400 residentes en 2021, un aumento del 9,9 % desde 2011. De ellos, el 47,9 % no profesa ninguna religión, el 42,2 % se identifica como cristiano y menos del 1 % se afilia a otras confesiones. Los indicadores de salud superan los promedios nacionales: el 84,5 % califica su salud como buena o muy buena, frente a la media del Reino Unido del 81,7 %, y la prevalencia de la discapacidad es ligeramente inferior, con un 16,2 %, en comparación con el 17,7 % a nivel nacional. En el ámbito educativo, Bath cuenta con dos universidades —la Universidad de Bath y la Universidad de Bath Spa— y una institución de educación superior, el Bath College, lo que refleja un sólido respaldo académico a su vida cultural.

El turismo sigue siendo el pilar económico de Bath: más de seis millones de visitantes anuales, incluyendo más de un millón de huéspedes y 3,8 millones de excursionistas, la sitúan entre los diez principales destinos de Inglaterra para el turismo extranjero. La oferta de alojamiento incluye casi 300 establecimientos: más de 80 hoteles (dos de cinco estrellas), más de 180 bed and breakfasts y dos campings, muchos de ellos enclavados en elegantes casas adosadas de estilo georgiano. Una oferta gastronómica de unos 100 restaurantes y un número equivalente de pubs y bares satisface gustos que abarcan desde cervezas tradicionales hasta la experimentación con la alta cocina. Las visitas turísticas se extienden por Royal Crescent, los paseos en barco por los canales, el paseo Bath Skyline, los Jardines Parade y el Parque Real Victoria, este último inaugurado en 1830 por la Princesa Victoria, con una extensión de 23 hectáreas repletas de ha-ha, estanque, parque de atracciones y campo de golf, y galardonado con la Bandera Verde por su excelencia.

La órbita cultural de Bath se extiende a través de cinco teatros principales: el Teatro Real, el Estudio Ustinov, el Egg, el Teatro Rondo y el Teatro Mission, que albergan tanto compañías locales como producciones internacionales en gira. La vida musical florece en los recitales de órgano Klais de la Abadía de Bath y en el Foro art déco con capacidad para 1600 personas; y los festivales anuales abarcan música (Festival Internacional de Música de Bath, Mozartfest), literatura (Festival de Literatura de Bath, su versión infantil), cine, innovación digital, artes alternativas, cerveza e incluso chile. El concurso Bard of Bath revive una tradición oral, mientras que la Institución Literaria y Científica Real de Bath tiene sus raíces en una sociedad del siglo XVIII que defendía la agricultura, el comercio y las bellas artes; su sede en Queen Square recibió a figuras destacadas como Livingstone, Burton y Speke en la reunión de la Asociación Británica de Ciencias de 1864.

Museológicamente, Bath conserva una constelación de espacios especializados: las Termas Romanas, el Museo de Arquitectura de Bath (ubicado en una capilla de 1765 que antaño habitó la Condesa de Huntingdon), la Galería de Arte Victoria, el Museo de Arte de Asia Oriental, el Museo Holburne, el Museo Herschel de Astronomía, el Museo de la Moda, el Museo Postal y el Centro Jane Austen. Cada institución refleja desde una perspectiva diferente el complejo patrimonio de Bath, desde los orígenes celta-romanos hasta la cultura de los salones de la Regencia y la investigación científica moderna.

La infraestructura de transporte converge en la estación de tren de Bath Spa, obra de Brunel en la Great Western Main Line, con servicios que conectan London Paddington, Bristol, Taunton, Salisbury, Frome y Cardiff Central. La estación suburbana de Oldfield Park ofrece un servicio de transporte a los viajeros; mientras tanto, la estación de Bath Green Park —antigua terminal y cruce de Midland Railway para el Somerset and Dorset Joint Railway hasta su cierre en 1966— ha resurgido como un centro comercial, con su línea a Midford transformada en la Vía Verde de los Dos Túneles. Las redes de autobuses, operadas principalmente por First West of England, Faresaver, Bath Bus Company y Stagecoach West, combinan los aparcamientos disuasorios en Odd Down, Lansdown y Newbridge con servicios locales a demanda, mientras que los autobuses de National Express conectan con las rutas nacionales.

Las arterias viarias, principalmente la A4 que conecta con Bristol y el cruce 18 de la M4, delimitan el acceso vehicular a Bath, con propuestas para el cruce 18a para agilizar el acceso a la autopista. Las medidas para moderar el uso del coche en el centro de la ciudad incluyen barreras para autobuses en Northgate y una Zona de Aire Limpio, instaurada en marzo de 2021, que aplica tasas a los vehículos más contaminantes y reduce los niveles de dióxido de nitrógeno en un 26 % en dos años. Los ciclistas se benefician de la Ruta Ciclista Nacional 4, la Ruta Ferroviaria Bristol-Bath, los caminos de sirga de los canales hacia Londres y una red de caminos de herradura, lo que refleja una filosofía sostenida de movilidad sostenible.

Bajo todo esto se encuentra el manantial elemental de Bath: agua caliente que brota, mezclada con milenios de paso a través de la caliza jurásica, y emerge a 46 °C gracias a la geología de las profundidades terrestres. Tres manantiales alimentan las Termas Romanas conservadas; un pozo perforado en 1983 garantiza el suministro higiénico a los bebedores de la Sala de Bombas. Clasificadas —según diversas definiciones— como las únicas fuentes termales del Reino Unido, siguen siendo la razón de ser de Bath y su huella imborrable en el entorno construido, las economías del ocio y el imaginario colectivo de visitantes y residentes.

En Bath, la historia no es un adorno, sino el terreno sobre el que cada generación se afianza: un continuo de piedras y manantiales, de bóvedas y viñetas, de paseos y mesetas. Sus fachadas doradas y sus techos abovedados dan testimonio de una ciudad que se ha reinventado constantemente sin traicionar la fuerza primigenia de su núcleo geotérmico. Así, en Bath se encuentra una matriz perfecta de ritual arcaico y convivencia moderna: un palimpsesto urbano en el que cada capa permanece legible, y cada visitante, a su vez, se convierte en su siguiente y cuidadoso intérprete.