El budismo está entretejido en la esencia misma del Tíbet. Un escritor de viajes observa que «el budismo es el alma de la región», visible en «las hileras de banderas de oración, las lamaserías en las cimas de las montañas y los monjes cantores vestidos con túnicas granates». La leyenda cuenta que, en el siglo VII, el rey Songtsen Gampo se casó con princesas budistas de Nepal y China, sembrando la fe en el núcleo real del Tíbet. A partir de esa época, el monasterio y el trono se entrelazaron.
Para el siglo XV, el erudito Tsongkhapa fundó el Monasterio de Ganden (1409) con una estricta observancia de la disciplina. La Enciclopedia Británica señala que «Tsongkhapa… fundó su propio monasterio en Dga'-ldan, dedicado a la restauración de una estricta disciplina monástica». Esto atrajo a los tibetanos, cansados de los conflictos entre las escuelas más antiguas. Los discípulos de Tsongkhapa formaron la orden Gelug (Sombrero Amarillo), que gradualmente asumió el gobierno. En 1578, Altan Khan de Mongolia confirió el título de Dalai Lama al jerarca Gelug, un honor que significaba «Gran Lama del Océano» como gobernante espiritual.
Para 1642, el mecenas mongol Güüshi Khan entronizó al quinto Dalai Lama como gobernante del Tíbet, unificando la autoridad temporal y espiritual. La Enciclopedia Británica relata que «Güshi entronizó al Dalai Lama como gobernante del Tíbet, nombrando... un gobierno reformado. Lhasa, durante mucho tiempo el corazón espiritual, se convirtió en la capital política». La Gelug se impuso a las órdenes más antiguas; se suprimieron las rivalidades tradicionales. Como resultado, los monasterios funcionaron no solo como universidades y templos, sino también como centros de poder político. Poseían vastas propiedades, recaudaban diezmos y educaban a miles de monjes en las escrituras y los rituales.
A lo largo de los siglos, estos monasterios preservaron el arte, la lengua y las ceremonias tibetanas. En sus salas se conservaban grandes colecciones de murales, rollos thangka y textos históricos, protegidos durante las convulsiones. La UNESCO describe los monasterios de Potala y Jokhang como "ejemplos excepcionales del estilo budista tibetano", con miles de imágenes y escrituras. En la vida cotidiana, los monjes recitaban oraciones, enseñaban a los laicos y dirigían peregrinaciones. Se cuenta que acompañaban a agricultores y nómadas en las koras (peregrinaciones) para el Año Nuevo Losar: "Se les oye rezar en voz baja... un aire endulzado por el incienso". Los monasterios siguen siendo hoy depositarios del patrimonio inmaterial: los rituales, debates y festivales que animan a la sociedad tibetana.
Linajes principales: El budismo tibetano se divide tradicionalmente en cuatro escuelas principales. Nyingma (“Traducción antigua”, siglo VIII) debe su comienzo a Guru Padmasambhava y Shantarakshita en Samye. Sakya (fundada en 1073) y Kagyu (siglo XI) surgieron más tarde, cada una con monasterios distintos. Aire (1409) se convirtió en la orden dominante, dirigiendo grandes campus como Drepung, Sera y Ganden (las llamadas "Tres Sedes de Lhasa"). Cada escuela aún opera sus propios monasterios, pero el papel histórico de los Gelug dejó una huella única en el panorama político del Tíbet.