Lo que no debes hacer en Rusia

Lo que no debes hacer en Rusia

Es imposible sobreestimar la necesidad de conocer y apreciar estas normas culturales al iniciar un viaje por Rusia. Aunque aparentemente sean pequeñas, cada una de estas costumbres es un hilo conductor del comportamiento social ruso y crea una historia de respeto, empatía y conexión. Los viajeros que siguen estas reglas pueden crear vínculos más estrechos y valorar las sutilezas de esta fascinante cultura.

Visitar Rusia es adentrarse en un entorno cultural que opera según reglas a menudo tácitas, pero que se aplican rigurosamente. No se puede comprender plenamente este inmenso país —el más grande del mundo— sin reconocer primero que sus normas, hábitos y suposiciones no son universalmente intuitivas ni flexibles. Para quienes no están familiarizados con los complejos códigos sociales y las particularidades regionales de Rusia, el margen de error cultural puede ser amplio. Y aunque muchos rusos son receptivos a los visitantes extranjeros, la ignorancia no siempre se recibe con indulgencia.

Esta guía no pretende ser sensacionalista ni criticar. Busca, en cambio, dotar a los viajeros reflexivos del contexto necesario para actuar con respeto, conciencia e inteligencia en un país tan orgulloso como complejo. Las siguientes páginas intentan ofrecer una visión honesta de lo que no se debe hacer en Rusia, no solo en términos de etiqueta y restricciones legales, sino también en relación con las sensibilidades culturales más profundas que configuran la vida rusa.

1. No sonrías sin motivo

Los visitantes occidentales, en particular los estadounidenses, suelen interpretar la sonrisa como una postura social básica, una señal de buena voluntad o cortesía general. En Rusia, en cambio, una sonrisa rara vez es espontánea. Señala algo específico: placer genuino, intimidad compartida o diversión privada. Sonreír a desconocidos en público suele generar confusión, en el mejor de los casos, y sospecha, en el peor. Puede malinterpretarse como insinceridad, frivolidad o incluso burla.

Esto no significa que los rusos sean hoscos. La risa abunda en la intimidad. La calidez existe, pero hay que ganársela. Es común, por ejemplo, que un dependiente o un trabajador del metro mantenga una expresión impasible durante toda una transacción. Eso no es hostilidad, sino el tono social esperado.

2. No asuma que la Unión Soviética es un tema prohibido

Existe el mito predominante entre los extranjeros de que la historia soviética es un tema tabú en Rusia. En realidad, la cuestión es más bien cuándo, cómo y con quién se aborda el tema. La era soviética, especialmente sus capítulos más traumáticos —las purgas de Stalin, la Gran Guerra Patria, el sistema de gulags—, está profundamente arraigada en la conciencia pública. Hay monumentos conmemorativos en cada ciudad. Los programas escolares aún enfatizan el sacrificio y el sufrimiento de ese período. Los rusos mayores, muchos de los cuales crecieron bajo el gobierno de Brézhnev o Jruschov, a menudo recuerdan la URSS con ambivalencia, lamentando el colapso de una estructura que, a pesar de sus defectos, proporcionó estabilidad, identidad y prestigio internacional.

Sin embargo, idealizar a la Unión Soviética —o peor aún, tratarla como kitsch— es indeseable. También lo es burlarse abiertamente o trivializar el orgullo ruso por sus victorias bélicas o logros espaciales. Estos no son meros episodios históricos; son piedras de toque morales, envueltas en una psicología colectiva aún moldeada por la incertidumbre postsoviética. Es más seguro escuchar que juzgar, y abordar el pasado no como un monolito, sino como un recuerdo vivo que aún se debate en la propia sociedad rusa.

3. No dependas del inglés en situaciones cotidianas

A pesar de ser uno de los idiomas extranjeros más estudiados en las escuelas rusas, el inglés sigue siendo de uso limitado fuera de las grandes ciudades como Moscú y San Petersburgo. Las señales de tráfico pueden no ofrecer transliteración. Los camareros, los trabajadores del transporte público o los empleados de tiendas pueden no hablar ni entender inglés en absoluto. Esperar fluidez o reaccionar con impaciencia ante la falta de ella puede percibirse como arrogancia.

Las frases básicas en ruso —spasibo (gracias), pozhaluysta (por favor), izvinite (disculpe) y números para precios o indicaciones— no solo se agradecen, sino que suelen ser necesarias. La pronunciación rusa es notoriamente difícil para quienes no la tienen como lengua materna, pero incluso los intentos fallidos de cortesía demuestran humildad y respeto.

Los teléfonos inteligentes pueden salvar las brechas lingüísticas, pero su uso no debe sustituir el esfuerzo en persona. En pueblos pequeños o zonas rurales, los gestos, el tono e incluso el lenguaje corporal se convierten en herramientas esenciales de comunicación. Los rusos tienden a priorizar el esfuerzo por encima de la precisión y suelen responder a los intentos lingüísticos sinceros con amabilidad y ayuda.

4. No olvides quitarte los zapatos en interiores

En los hogares rusos, el calzado se considera sucio e inapropiado para uso interior. Al entrar, es costumbre —incluso se espera— quitarse los zapatos y ponerse unas zapatillas de casa (tapochki), que a menudo ofrece el anfitrión. Esta práctica, común en las culturas eslavas y centroasiáticas, refleja un principio más amplio de separación entre el mundo exterior y el ámbito doméstico, que se considera privado, limpio y sagrado.

Incumplir esta norma no solo es una falta de consideración, sino que puede ser una señal de falta de respeto a la santidad del hogar. En algunos casos, incluso puede resultar ofensivo. Las visitas también deben tener cuidado al sentarse en interiores. Apoyar los pies sobre los muebles o cruzar las piernas de modo que la planta del pie apunte hacia otra persona u objeto puede considerarse vulgar.

5. No bebas sin seguir el ritual

El consumo de alcohol, en particular vodka, tiene un peso cultural en Rusia que va mucho más allá de la simple intoxicación. Un brindis ruso como Dios manda (brindis o tozst) implica mucho más que chocar las copas y decir "salud". Suele ser un discurso completo —humorístico, poético o profundamente sentimental— dedicado a la salud, la amistad, el amor o los recuerdos. Se espera que los invitados escuchen atentamente, mantengan el contacto visual y beban su trago de un trago.

Negarse a beber alcohol en una reunión social puede interpretarse como distanciamiento, aunque esto está cambiando con las generaciones más jóvenes y los habitantes urbanos. Si se abstiene, es de buena educación ofrecer una razón (salud, religión o convicciones personales) en lugar de simplemente negarse. Y nunca beba antes de que se haya ofrecido el brindis, para no parecer impaciente o grosero.

Además, nunca te sirvas tu propia bebida. Se considera apropiado llenar primero las copas de los demás, especialmente las de personas mayores o mujeres. Este acto no es una mera formalidad, sino un gesto de generosidad y respeto comunitario.

6. No participe en debates políticos a la ligera

El clima político ruso suele ser objeto de escrutinio internacional, y muchos visitantes extranjeros llegan con opiniones firmes sobre gobernanza, derechos civiles y política exterior. Sin embargo, expresar estas críticas públicamente, o incluso de forma semipública, puede ser peligroso, dependiendo de la naturaleza del comentario y del contexto en el que se haga.

Las manifestaciones públicas están estrictamente controladas. La exhibición de símbolos considerados "agente extranjero" o antigubernamentales puede conllevar sanciones legales. La libertad de expresión en línea también está sujeta a vigilancia. Los extranjeros no son inmunes.

En privado, se producen debates políticos, pero se desarrollan con cautela. Los rusos suelen ser más críticos con su gobierno en privado de lo que se supone desde fuera, pero esa crítica es matizada, moldeada por décadas de propaganda, desilusión, patriotismo y trauma. Los extranjeros que hablan con franqueza o condescendencia sobre las instituciones o líderes rusos, especialmente en compañía mixta, corren el riesgo de ser vistos como ignorantes o con un tono imperial.

Si una discusión así surge espontáneamente, es mejor abordarla con curiosidad en lugar de con certeza. Escuche primero. Evite términos reduccionistas. No intente «corregir» las perspectivas rusas con enfoques occidentales. La experiencia vivida aquí no es teórica; es tangible y, a veces, peligrosa.

7. No asuma uniformidad en toda Rusia

Cabe reiterar que Rusia no es un monolito. Abarcando once husos horarios y albergando a más de 190 grupos étnicos, el país se resiste a la generalización. Lo que es cierto en Moscú puede no aplicarse en Kazán, Yakutsk o Sochi. Las tradiciones culturales, los dialectos lingüísticos e incluso las prácticas religiosas cambian a medida que uno se desplaza por el vasto interior.

En Tartaristán, por ejemplo, las costumbres islámicas influyen en la etiqueta social. En el Cáucaso Norte, los códigos de honor y la lealtad familiar suelen prevalecer sobre las normas urbanas. Los pueblos indígenas de Siberia conservan tradiciones chamánicas, mientras que Kaliningrado lleva una leve huella de su pasado prusiano. Incluso dentro de la ortodoxia rusa, la observancia varía considerablemente: desde devotas babushkas en catedrales provinciales hasta jóvenes urbanos que consideran la religión como una herencia más que como una fe.

Tratar a Rusia como una unidad cultural única no sólo es inexacto, sino que aplana la intrincada red de historias, traumas e identidades que configuran la vida dentro de sus fronteras.

8. No entregue dinero directamente a los cajeros (en algunos contextos)

En muchas tiendas rusas, sobre todo en los establecimientos más antiguos o tradicionales, se mantiene un sutil ritual transaccional: depositar el dinero en el mostrador o la bandeja correspondiente en lugar de entregárselo directamente al cajero. Lo mismo suele ocurrir al recibir el cambio. Este pequeño margen de seguridad es en parte etiqueta, en parte hábito, y ayuda a mantener un límite cortés e impersonal.

Aunque no es universal, esta práctica persiste en muchos quioscos, farmacias y comercios de pueblos pequeños. No siempre se aplica, pero observarla cuando corresponde demuestra atención a las costumbres locales. El efectivo sigue siendo común en Rusia, especialmente fuera de las grandes ciudades, y las tarjetas de crédito no se aceptan en todas partes. Al usar efectivo, evite ofrecer billetes grandes para compras pequeñas, ya que el cambio puede no estar fácilmente disponible.

9. No intentes superar a los rusos en ruso

Algunos visitantes, especialmente aquellos con ascendencia eslava o exposición cultural previa, intentan integrarse visiblemente a la vida rusa, imitando acentos, adoptando posturas o introduciendo modismos prestados en la conversación. Si bien aprender las costumbres locales es admirable, la sobreidentificación puede parecer teatral o hipócrita.

Los rusos tienden a valorar la autenticidad por encima del desempeño. Un extranjero que habla con franqueza y actúa con constante cortesía será tratado con más respeto que quien se esfuerza por imitar rasgos culturales que no comprende del todo. Es mejor ser uno mismo —un forastero respetuoso— que convertirse en una caricatura de la nación de otro.

10. No olvide el papel de la formalidad

Existe una formalidad inherente a la interacción social rusa que sorprende a muchos visitantes occidentales. Los desconocidos no suelen dirigirse solo por el nombre de pila, especialmente en entornos comerciales o de servicios. El nombre completo, que a menudo incluye el patronímico (un nombre derivado del padre), se utiliza para el tratamiento formal. Esto es especialmente común en instituciones como universidades, oficinas gubernamentales o centros médicos.

De igual manera, los apretones de manos son firmes y suelen ir acompañados de contacto visual directo. Sin embargo, no son apropiados al cruzar un umbral. Una superstición muy arraigada desaconseja dar la mano, o incluso entregar objetos, a través de una puerta, ya que se dice que trae mala suerte o conflicto. Siempre entre completamente en un espacio antes de extender la mano.

Se suele saludar a las mujeres con más delicadeza que a los hombres; en algunas regiones, los hombres pueden ponerse de pie cuando una mujer entra en la habitación. Estos comportamientos varían en rigidez según la generación y la región, pero observarlos demuestra respeto más que una adhesión anticuada.

11. No fotografíe edificios gubernamentales ni instalaciones militares.

Uno de los errores más comunes y evitables que cometen los visitantes extranjeros es fotografiar casualmente edificios o infraestructuras relacionadas con el ejército, los servicios de inteligencia o la administración estatal. Lo que parece una oficina común o una curiosidad arquitectónica puede, de hecho, estar en zonas de vigilancia prohibida.

La ley rusa prohíbe fotografiar ciertos objetos considerados críticos para la seguridad nacional. Estos incluyen, entre otros, cuarteles militares, comisarías, ciertas instalaciones ferroviarias, oficinas gubernamentales y centros de transporte. En la práctica, la aplicación de la ley es inconsistente. Pero el riesgo no es imaginario: extranjeros han sido interrogados, detenidos o multados por fotografiar lo que parecía una escena inofensiva.

No siempre se colocan señales, y lo que se considera infraestructura "sensible" puede variar según el contexto o la región. Una regla de precaución: en caso de duda, no levante la cámara. Esta precaución aplica no solo a instalaciones visibles, sino también a puestos de control, personal de seguridad o concentraciones de protesta. En un país donde el poder estatal se impone a menudo de forma visible, la lente de la cámara de un extranjero no se considera neutral.

12. No exhiba públicamente símbolos o mensajes LGBTQ+

Si bien la homosexualidad en sí no está penalizada en Rusia, la legislación aprobada en 2013 prohíbe la "promoción de relaciones sexuales no tradicionales" entre menores. Esta ley, de redacción tan vaga, ha silenciado la mayoría de las expresiones públicas de la identidad LGBTQ+. En 2022, se amplió el alcance de la ley para prohibir toda forma de "propaganda" LGBTQ+, independientemente del público al que se dirija.

Este marco legal no es meramente simbólico. Las banderas arcoíris, los lemas LGBTQ+ o las demostraciones públicas de afecto entre personas del mismo sexo pueden dar lugar a la intervención policial, multas o la deportación de extranjeros. Las actitudes sociales, sobre todo fuera de Moscú y San Petersburgo, siguen siendo mayoritariamente conservadoras. Los delitos de odio y el acoso, aunque se discuten menos abiertamente, no son infrecuentes.

Para los viajeros LGBTQ+, la discreción no solo es recomendable, sino esencial. Las aplicaciones de citas en línea están vigiladas, los eventos del orgullo se prohíben rutinariamente, e incluso los comentarios casuales escuchados en público pueden ser motivo de escrutinio. Esto no significa que no existan personas queer en Rusia —existen, vibrantes y resilientes—, pero su visibilidad está fuertemente restringida tanto por la ley como por las costumbres.

13. No hables ni actúes irrespetuosamente hacia la Iglesia Ortodoxa

La ortodoxia rusa ocupa una posición poderosa y prácticamente indiscutible en el tejido cultural y político de la nación. Las iglesias no son meros lugares de culto; son símbolos de la identidad rusa, la resiliencia y, en algunos círculos, el orgullo nacionalista. Desde la década de 1990, la Iglesia Ortodoxa Rusa ha disfrutado de una renovada alianza con el Estado, y su influencia no ha hecho más que crecer en los últimos años.

Entrar a una iglesia requiere modestia en la vestimenta y el comportamiento. Generalmente, se espera que las mujeres se cubran la cabeza con un pañuelo; los hombres deben quitarse el sombrero. Los hombros y las rodillas deben estar cubiertos. Se puede prohibir la fotografía, y hablar, especialmente en un tono alto o informal, se considera irreverente.

Burlarse de íconos religiosos, cuestionar públicamente las enseñanzas de la Iglesia o hacer referencia a actos controvertidos del clero, incluso en broma, puede provocar graves reacciones negativas. En 2012, miembros del grupo feminista Pussy Riot fueron arrestadas y encarceladas por interpretar una breve canción de protesta en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú. El mensaje era político; el lugar, imperdonable.

Compartir o no los valores de la iglesia es irrelevante. En Rusia, la ortodoxia es más que una fe: es una institución estatal, protegida por la ley y el consenso social. Se recomienda a los visitantes actuar con cautela.

14. No asuma que la aplicación de la ley es transparente

Los encuentros con la policía o los agentes de seguridad rusos, ya sea en los controles fronterizos, estaciones de metro o en la calle, requieren calma, paciencia y claridad. Debe llevar consigo en todo momento los documentos necesarios: pasaporte válido, visado y tarjeta de migración (que se emite a la llegada). No presentarlos cuando se le soliciten puede resultar en una detención o una multa.

El sistema legal ruso no se rige por las mismas premisas del debido proceso que conocen quienes visitan las democracias liberales. Los arrestos pueden ser arbitrarios. Los sobornos, aunque ilegales, no son inauditos. Los agentes de policía pueden mostrarse indiferentes, hostiles o impredecibles. Alzar la voz, discutir o grabar la interacción puede agravar la situación en lugar de calmarla.

Si lo detienen, lo mejor es obedecer educadamente, presentar la documentación y evitar la confrontación. Muchos oficiales no hablan inglés. Tener la documentación en regla y saber algunas frases clave en ruso puede marcar una gran diferencia. Sobre todo, no intente grabar ni transmitir su interacción, especialmente si implica críticas a la autoridad.

15. No beba ni tire basura en público (en lugares inapropiados)

Aunque el alcohol está profundamente arraigado en la cultura rusa, la intoxicación pública está mal vista y, en muchas ciudades, es punible. En 2010, se aprobó una ley federal que prohíbe el consumo de alcohol en calles, parques, transporte público y patios. Los infractores pueden enfrentarse a multas o, en casos más graves, a la detención policial.

Esto suele sorprender a los visitantes que imaginan a Rusia como una nación permisiva con el alcohol. Si bien el estereotipo de la juerga con vodka persiste en el extranjero, el Estado ha realizado esfuerzos constantes para frenar el abuso del alcohol, incluyendo controles de precios, restricciones publicitarias y puestos de deshabituación. Los desórdenes públicos causados ​​por el consumo de alcohol se tratan con seriedad.

Tirar basura, escupir y otras conductas asociadas con la falta de respeto al espacio público también se desaconsejan. Los rusos suelen estar orgullosos de su entorno urbano, especialmente en ciudades como Kazán, Ekaterimburgo o San Petersburgo, donde se prioriza la preservación histórica y la limpieza. El respeto por el espacio compartido es una expectativa, no una exigencia.

17. No toque ni se apoye en estatuas y monumentos

En un país donde la memoria suele ser física —grabada en bronce, granito y mármol—, los monumentos tienen un peso simbólico y cívico. Los monumentos de guerra, las estatuas de figuras culturales e incluso las placas poco conocidas se tratan con solemnidad. Apoyarse, sentarse encima o posar frívolamente cerca de estas estructuras puede provocar reprimendas verbales o algo peor.

Esto es especialmente cierto en los monumentos conmemorativos de la Segunda Guerra Mundial, de los cuales hay miles en todo el país. Conocida como la Gran Guerra Patria, el conflicto se recuerda como una tragedia y un triunfo a la vez, con más de 26 millones de vidas soviéticas perdidas. Los muertos no son olvidados, y los monumentos que los honran son sacrosantos.

Incluso las estatuas de la era soviética, que en su día fueron objeto de burla en la década de 1990, se conservan ahora con una especie de ambivalencia reverente. Desfigurar o burlarse de tales símbolos no es simplemente grosero; en algunas regiones, es un delito.

18. No hables de religión, etnia o nacionalidad de manera casual

Rusia es multiétnica, multirreligiosa y su comprensión de la identidad ha sido históricamente controvertida. Términos que pueden parecer inofensivos en un contexto pueden tener connotaciones insultantes en otro. Las bromas sobre los chechenos, los comentarios sobre el color de la piel o las suposiciones sobre la religión o el idioma de una persona pueden resultar realmente ofensivos.

Las tensiones étnicas, aunque menos visibles públicamente que en la década de 1990, aún persisten. El Cáucaso Norte, las comunidades migrantes de Asia Central y los indígenas siberianos forman parte de la población rusa, pero su estatus no siempre es igualitario. La discriminación, el perfilamiento y el resentimiento forman parte de la realidad cotidiana de muchos.

Los visitantes deben evitar generalizar. Lo que parece un comentario inocente sobre la apariencia o el acento de alguien puede conllevar siglos de historia. No dé nada por sentado. Pregunte menos de lo que observa. En caso de duda, manténgase neutral.

19. No entre en una sauna (banya) sin estar preparado

Visitar a un ruso banya—una experiencia de baño de vapor con profundas raíces culturales— es participar en un ritual de purificación, resistencia y camaradería. Pero cometer errores aquí puede ser vergonzoso e irrespetuoso.

Primero hay que entender el ritmo social de la banyaLas sesiones se desarrollan en rondas: vapor, enfriamiento (a menudo con agua helada o nieve), té, y repetir. La desnudez es común en las banyas de un solo sexo. En las banyas mixtas, se espera el uso de traje de baño. Las conversaciones suelen ser relajadas, pero no ruidosas. Llevar jabón o champú a la sala de vapor se considera de mala educación. Y luego está el... venik—un manojo de ramas de abedul o roble utilizado para golpear la piel suavemente, estimulando la circulación.

No te burles de el venikNo apresure el proceso. Y no interrumpa el silencio, especialmente entre los clientes mayores. banya No es simplemente un baño; es un ritual casi espiritual, observado con la misma seriedad que uno podría encontrar en una ceremonia del té japonesa.

20. No confundas la cortesía con la amistad

La hospitalidad rusa es auténtica. Los visitantes pueden ser invitados a sus casas, recibir comida, hacerles preguntas personales o brindar por su gente con largos brindis. Estos gestos son sinceros, pero no implican necesariamente una conexión a largo plazo.

En la cultura rusa existe una distinción entre lo íntimo y lo social, entre la calidez pública y la lealtad privada. La verdadera amistad es poco común y lenta de forjar. Si bien los rusos pueden abrir sus hogares o compartir historias libremente, esto no significa que esperen contacto regular, seguimiento o enredo emocional con conocidos temporales.

Presumir lo contrario no es ofensivo, pero puede llevar a la decepción. Los rusos tienden a ser precisos con las inversiones emocionales. El afecto no es teatral. Los vínculos, una vez formados, son profundos, pero hasta entonces, uno permanece en el umbral.

Conclusión: saber dónde se encuentra

Viajar a Rusia es aceptar la ambigüedad. Es un país que guarda celosamente sus significados y los revela lentamente, a menudo solo a quienes se quedan el tiempo suficiente como para dejar de interpretar cada interacción. El peligro no reside en lo visible —el idioma, los rituales, la ley—, sino en lo invisible: las suposiciones.

Rusia no es fácil de descifrar. Premia al paciente, no al audaz; al observador, no al comentarista. Lo que no se debe hacer en Rusia es intentar definirla demasiado rápido.

En cambio, camina con cuidado. Habla con claridad. Respeta lo que aún no comprendes. Y con el tiempo, quizá empieces a ver no solo lo que es Rusia, sino lo que decide mostrarte.