Situado en la parte más meridional de Grecia, el Peloponeso es una zona famosa por su extensa historia, sus impresionantes paisajes y sus placeres culinarios. Esta masa de tierra, comúnmente llamada península, es en realidad una isla, ya que está separada de la Grecia continental por el estrecho canal de Corinto. Finalizada en 1893 tras once difíciles años de construcción, esta extraordinaria vía fluvial ejemplifica la habilidad y la ambición humanas. La aspiración de construir una ruta alrededor de las peligrosas aguas que rodean el Peloponeso existe desde hace siglos, y Julio César fue uno de los primeros defensores del concepto, aunque su realización necesitaría milenios.
El Peloponeso es un auténtico paraíso culinario, que produce algunas de las mejores verduras del mundo, cultivadas en suelos bañados por el sol. Las aceitunas, famosas por su calidad y sabor, prosperan en esta región; sus vibrantes tonos verdes indican un aceite excepcional. El famoso vino Moscatel de Patras cautiva a los entendidos en vinos con sus características dulces y fragantes. Al recorrer los huertos, la atmósfera se impregna del aroma de los higos maduros, cuya suculenta dulzura contrasta maravillosamente con las aceitunas saladas.
Las playas del Peloponeso cuentan con aguas cristalinas que acarician arenas doradas, creando un paisaje impresionante. Cada cala y bahía invita a los huéspedes a tomar el sol o a explorar las profundidades azules. La experiencia se ve reforzada por la calidez de la amabilidad local, con pintorescas comunidades costeras donde el tiempo parece haberse detenido.
El Peloponeso es un lugar rico en mitología que ha servido de escenario para numerosas narraciones legendarias de la antigua Grecia. La decisión crucial que determinó el destino de Troya se plasmó aquí. Micenas, la legendaria ciudad de Agamenón, resiste al paso del tiempo y sus ruinas resuenan con ecos históricos.
Esta región ocupa un lugar crucial en la historia griega contemporánea. Este lugar fue testigo del levantamiento inaugural de la ciudad griega contra el dominio otomano, lo que significó un momento crucial en la lucha de la nación por la independencia. El suelo está impregnado de un espíritu de tenacidad y desafío, lo que motivó a generaciones a resistir la persecución.
Para acceder al Peloponeso desde Atenas, situada a tan solo ochenta kilómetros de distancia, hay que atravesar el canal de Corinto. Esta obra de ingeniería, largamente esperada por los gobernantes que aspiraban a unir los mares Egeo y Jónico, atraviesa el istmo de Corinto. Con una longitud de seis millas y veintiún metros de ancho, admite casi 12.500 embarcaciones al año, lo que pone de relieve su importancia persistente en el comercio marítimo.
La inauguración del canal, en la que estuvieron presentes dignatarios como el rey Jorge y el emperador Francisco José, fue un acontecimiento importante. Actualmente se están llevando a cabo iniciativas para aumentar su capacidad para recibir buques cisterna de mayor tamaño, manteniendo así su importancia como ruta de navegación esencial. Además de su importancia económica, el canal ofrece a los entusiastas de la aventura la emocionante oportunidad de practicar puenting, lo que ofrece un punto de vista único de este logro arquitectónico monumental.
Dos puentes unen a la perfección la vibrante metrópolis de Corinto con Loutraki y Atenas, lo que permite el tránsito de personas y mercancías. Al cruzar estos puentes se pueden disfrutar de unas vistas impresionantes del canal y del paisaje adyacente, un testimonio impresionante de la rica historia que caracteriza a esta extraordinaria región.