En la isla de Krk, al norte de Croacia, un plato de šurlice cuenta toda una historia en harina y agua. Tubos largos y huecos de masa, enrollados en una aguja de tejer y secados sobre paños enharinados, conforman uno de los platos típicos de la isla y un emblema culinario para la región de Kvarner. La sencillez de los ingredientes es la base de la pasta, pero el trabajo de elaboración, realizado a mano en las mesas de las cocinas y en pequeñas tabernas, refleja cuidado, paciencia y orgullo local.
El Šurlice es un clásico de la cocina casera. La masa se prepara con harina, agua, sal y, a menudo, con un toque de huevo y aceite de oliva, y reposa hasta que adquiere la flexibilidad necesaria para formar tiras y cortarlas en nuggets. Cada pequeño trozo se prensa y se enrolla alrededor de un palito fino o una aguja de tejer, y luego se retira con cuidado, dejando un centro hueco que invita a la salsa. En Krk, este método se ha arraigado tanto en la identidad local que eventos enteros, como los Días del Šurlice en Vrbnik, celebran la pasta con demostraciones y largas mesas de invitados que la degustan de diversas maneras.
La forma en sí misma da la impresión de estar hecha a medida para comidas contundentes. Las Šurlice se asemejan a un pariente más delgado de los fuži de Istria, pero se estiran más y tienen una pared de masa más gruesa. Esta estructura proporciona un bocado agradable —firme pero tierno— y crea una especie de túnel por el que fluye la salsa. Los ragús y guisos de carne se adhieren a las crestas exteriores, mientras que los jugos se filtran en el interior hueco, de modo que cada bocado proporciona un equilibrio entre almidón y salsa. En Krk, los cocineros suelen combinar las šurlice con guisos de cordero o ternera, estofados de marisco o verduras de temporada, creando un puente entre la cocina casera del interior y la luminosidad del Adriático.
Esta receta sigue esa tradición con un gulash de ternera cocinado a fuego lento, rico en cebolla, tomate, pimentón y vino tinto. Esta combinación refleja la larga tradición culinaria de la costa croata y los guisos centroeuropeos: abundante cebolla dulce, pimentón a fuego moderado y carne cocida a fuego lento hasta que cede, pero sin deshacerse. La salsa resultante tiene un sabor intenso pero suave, envolviendo la pasta hecha a mano sin abrumarla. El cordero es un ingrediente frecuente en las cocinas de Krk para este plato, pero la aguja de ternera, bien marmolada, encaja fácilmente en muchas despensas y se adapta de maravilla a una cocción a fuego lento.
La elaboración de šurlice se basa en un ritmo constante, no en la velocidad. Tras reposar la masa, el moldeado se convierte en un ritmo tranquilo: estirar, cortar, prensar, enrollar en el palo, desmoldar y espolvorear con harina. En muchos hogares, el trabajo se convierte en una tarea social, con varias manos alrededor de la mesa, charlando y estirando mientras las bandejas se llenan de rollos de pasta pálida. En los festivales y degustaciones tipo taller en Krk, los visitantes suelen presenciar este proceso en persona y luego sentarse a disfrutar de platos de pasta humeante aderezados con gulash o salsa de tomate.
Para una cocina casera lejos del Adriático, el mismo método se basa en un equipo que resulta tranquilizadoramente modesto: un bol, una tabla y una varilla delgada, una brocheta o una aguja de tejer. La masa no requiere máquina. La salsa requiere tiempo en el horno, más que una técnica compleja. El bol terminado, sin embargo, transmite una sutil sensación de festín: carne de sabor intenso sobre pasta casera, rematada con un toque de queso de oveja o pecorino fuerte y perejil fresco.
Preparado para una reunión de fin de semana o una noche de invierno, el šurlice con gulash de ternera invita a los comensales a sumergirse en la cultura culinaria de Krk a través de la textura y la repetición: la textura crujiente de la pasta, el brillo de la salsa, la forma en que cada tubo hueco captura la salsa justa. Una vez que el método se arraiga en la memoria, el plato puede pasar de ser un proyecto especial a un plato recurrente, abierto a muchas variaciones regionales, desde mariscos hasta verduras de primavera, sin perder su carácter isleño.