El makaruli es un tipo de pasta que proviene de las tradiciones culinarias del Mediterráneo, especialmente de la región dálmata de Croacia. Esta antigua pasta representa siglos de herencia gastronómica a lo largo de la soleada costa adriática de Croacia, donde ingredientes sencillos se transforman en profundas expresiones de identidad regional. El arte y la habilidad tradicional de preparar los Žrnovski makaruni, macarrones del pueblo de Žrnovo, se ha transmitido de generación en generación y la receta se ha conservado durante más de 400 años.
El carácter distintivo de la pasta reside en su elaboración, caracterizada por su forma alargada y tubular, similar a la de los macarrones, pero a menudo con un cuerpo más grueso y, a veces, ligeramente curvado. Cada pieza lleva la marca de un trabajo manual meticuloso, donde la masa se transforma, mediante movimientos precisos, en cilindros huecos que contienen las salsas con notable eficiencia. Antiguamente, se elaboraban envolviendo la masa alrededor de un alambre de paraguas agrietado para crear un agujero en el cuerpo para la salsa.
La importancia cultural del makaruni va más allá del mero sustento. En el pasado, los macarrones caseros adornaban las mesas de la antigua nobleza de la República de Dubrovnik y la comuna de Korcula. Durante las festividades y celebraciones, en particular las festividades de San Blas en Dubrovnik, estos tubos de pasta artesanales se convierten en el centro de atención de las reuniones comunitarias. El nombre, bastante inusual, de este plato de pasta proviene de la época de la República de Dubrovnik, cuando se preparaba tradicionalmente para las festividades de San Blas, patrón de Dubrovnik. Los primeros que llegaban a comer tenían suficiente salsa para la pasta, pero cuanta más gente llegaba, menos salsa tenían para que la pasta se ensuciara, por eso se llaman "macarrones sucios".
El método de preparación distingue al makaruni de sus primos italianos. La principal diferencia de este tipo de pasta, a diferencia de la pasta al huevo, es su textura firme. Quienes la prueban por primera vez suelen encontrarla poco hecha, ya que es bastante masticable. Pero una vez que te acostumbras a su textura, te encantará, ya que es casi imposible que se pase. Esta firmeza característica tiene un propósito práctico: el makaruni se acompaña tradicionalmente con un rico ragú de carne, cuya textura superficial se utiliza para impregnar la salsa, dándole al plato una nueva dimensión.
Las cocinas croatas modernas siguen honrando esta tradición, aunque el alambre de las sombrillas ha dado paso a brochetas de pasta y agujas de metal. Este plato es tradicional y, en su honor, cada agosto, la ciudad de Žrnovo organiza la Makarunada, un festival que promueve el makaruni. El festival celebra no solo la pasta en sí, sino también el espíritu comunitario de su creación: familias que se reúnen para enrollar cientos de piezas a mano, transformando el trabajo en la cocina en un ritual social.