En Croacia, el sarma pertenece a ese grupo de platos que suelen aparecer cuando el clima se vuelve frío, las familias se reúnen y las ollas grandes permanecen en el fuego durante horas. En su versión más clásica, consiste en hojas de col agria envueltas en una mezcla sazonada de carne picada y arroz, que luego se cuece a fuego lento sobre una cama de chucrut y cerdo curado. Las referencias culinarias croatas describen el sarma como rollos de chucrut rellenos de carne picada de cerdo y arroz, una descripción que capta su estructura, pero no su profundidad ni su función social.
En muchos hogares, la base del plato es una cabeza entera de repollo fermentado (kiseli kupus), comprada en el mercado o preparada en casa en otoño. Las hojas se pelan con cuidado, se enjuagan si tienen un sabor muy ácido y se recortan para que la vena central no se enrolle. Dentro de cada hoja, una mezcla de carne picada de cerdo y ternera, arroz, cebolla, ajo, pimentón y hierbas forma un cilindro compacto. Los recetarios croatas suelen recomendar una mezcla de cerdo y ternera para un sabor más intenso y una mejor textura, en lugar de usar una sola carne.
La segunda capa se encuentra debajo y entre los panecillos. Chucrut rallado, trozos sueltos de hoja de col y trozos de costillas o tocino ahumado crean una base que protege los panecillos de quemarse, a la vez que aporta una base ahumada y salada. Las recetas tradicionales de los Balcanes suelen destacar esta combinación de carne picada, arroz y carne ahumada cocida a fuego lento en col fermentada como la razón por la que el sarma resulta tan sustancioso y satisfactorio.
El sarma ocupa un lugar especial en las mesas de invierno y festividades. Suele servirse en Navidad y Año Nuevo, en reuniones familiares y en días en que se esperan visitas y una olla grande debe alimentar a mucha gente. Este plato se prepara con antelación: su sabor se intensifica al reposar, y muchos cocineros croatas lo preparan con un día de antelación para que la col, la carne y los elementos ahumados tengan tiempo de integrarse. Las sobras se recalientan muy bien, lo que lo hace práctico para días ajetreados cuando una sola sesión larga de cocina debe cubrir varias comidas.
Esta versión se asemeja a lo que muchas familias de la Croacia continental reconocerían: hojas de col agria, una mezcla de cerdo y ternera con arroz, abundante cebolla y ajo, y cerdo ahumado ensartado en la olla. El pimentón se usa en el relleno y en un roux de acabado opcional que le da al líquido un color más intenso y una consistencia suave. Los cocineros caseros en Croacia difieren en cuanto a si se necesita o no ese roux final; algunos prefieren un caldo más claro, mientras que otros prefieren que la salsa espesa se adhiera a las patatas o al pan.
Al mismo tiempo, esta receta se adapta con precisión a una cocina moderna. Las cantidades buscan un equilibrio entre la carne y el repollo que resulte generoso pero no pesado. El líquido de cocción se mantiene lo suficientemente ligero como para verterlo sobre los panecillos sin que se convierta en una salsa pesada. Las instrucciones claras sobre el sazonado ayudan a evitar el exceso de sal, un riesgo común cuando el repollo fermentado y la carne ahumada se mezclan. Las notas explican las opciones sin gluten, las opciones de carne más ligera y la posibilidad de preparar con antelación, manteniendo la esencia del plato fiel a la tradición croata.
Para quienes disfrutan de comidas cocinadas a fuego lento, con un sabor intenso que mejora con el paso de los días, el sarma ofrece precisamente ese tipo de tranquilidad reconfortante. Requiere un manejo sencillo del cuchillo y una cocción a fuego lento paciente en lugar de técnicas exigentes, y luego recompensa ese tiempo con una olla aromática que complementa las comidas y cenas de invierno con muy poco esfuerzo adicional después.