Pavo con mlinci, o pavo con albóndigas, es el centro de muchas mesas festivas del norte de Croacia. En Zagreb, Zagorje y la región de Medimurje, las familias lo consideran un plato estrella para Navidad, Año Nuevo y las grandes reuniones dominicales, reservándolo a menudo para los invitados más queridos. Un pavo entero se asa lentamente hasta que la piel adquiere un dorado intenso y bruñido, mientras que debajo hay una bandeja de pan plano fino y seco que absorbe hasta la última gota de sabor. Esos trozos de pan plano, conocidos como molinos, son más que un acompañamiento: son parte de la identidad del plato.
Los mlinci pertenecen a un pequeño grupo de preparaciones que difuminan la línea entre el pan y la pasta. Comienzan como láminas muy finas de masa sin levadura, hechas de harina, sal y agua, a veces enriquecidas con huevo o grasa. Estas láminas se hornean hasta que están crujientes, luego se secan y se almacenan. Cerca del momento de servir, las piezas se ablandan brevemente con agua caliente o caldo, se remueven con la grasa de la carne y se hornean de nuevo, obteniendo capas tiernas y ligeramente masticables con bordes crujientes y un profundo sabor salado. En Croacia y la vecina Eslovenia, existen versiones con pato, ganso o cerdo, pero el pavo sigue siendo la combinación más conocida.
Para muchos hogares, este plato anuncia las festividades invernales con más claridad que cualquier postre. El pavo asado existe en muchas cocinas, pero la combinación de pavo de Zagorje y mlinci tiene raíces históricas específicas. Las fuentes remontan la expansión del pavo en el norte de Croacia a los monjes que promovieron la avicultura hace siglos, dando lugar a una preciada raza local cuya carne se ganó una reputación en las cortes europeas. Con el tiempo, los cocineros caseros perfeccionaron un método que aprovecha cada parte de la bandeja de asar: el ave, las verduras, el caldo y, finalmente, la base almidonada que absorbe todos los jugos.
En cuanto al sabor, este es un estudio de contraste y equilibrio. La piel del pavo se vuelve crujiente y profundamente sabrosa gracias a la sal, el pimentón, el ajo y el calor suave. Los aromas presentes en la bandeja de asar (cebolla, zanahoria, apio y manzana) aportan dulzor y redondez a los jugos sin convertirlos en una salsa espesa. El vino blanco y el caldo aportan acidez y profundidad, evitando que la grasa tenga un sabor pesado. Los mlinci absorben este líquido y se transforman en fideos anchos e irregulares con sabor a trigo tostado, centros suaves y bordes ligeramente crujientes durante el horneado final.
Esta versión busca respetar esa tradición, ofreciendo al cocinero casero una estructura clara y fiable. El método favorece un ave de tamaño mediano, de entre 4 y 4,5 kilogramos, que se asa de forma más uniforme que los pavos muy grandes y cabe mejor en un horno convencional. El aderezo se mantiene similar al que usan muchos cocineros croatas: pimentón, ajo y hierbas aromáticas, con suficiente sal para sazonar tanto la carne como los mlinci. Una sencilla base de verduras en una sartén sujeta el ave, evita que la grasa se queme y se convierte en una salsa ligera y fácil de servir con cuchara que se adhiere al pan plano.
Los detalles prácticos también son importantes en las cocinas modernas. El pavo se puede salar y sazonar el día anterior para obtener un mejor sabor y una carne más jugosa. Los mlinci comprados funcionan bien, aunque se pueden usar láminas caseras si el tiempo lo permite. El plato terminado se corta limpiamente, sirve para mucha gente y aguanta bastante bien un recalentamiento suave, ideal para largas comidas familiares donde los comensales vuelven a por una segunda porción. Para quienes tengan curiosidad por la cocina croata, pavo con albóndigas ofrece una introducción honesta: ingredientes sencillos, técnica cuidadosa y un fuerte vínculo con los rituales invernales compartidos.